Los araucanos no construyeron aldeas al estilo español. Vivían en rucas, donde alojaba toda la familia: el padre, sus varias mujeres, los hijos, parientes y allegados. Varias rucas separadas unas de otras, formaban una comunidad autónoma, pero independiente, que se asemejaba más al caserío que a la aldea.
Los indios no hacen sus casas -que comúnmente llaman ranchos y en su lengua Tabú- ni de piedra, ni ladrillo, sino de madera, cubiertas con paja, de que tienen gran variedad, porque unos las cubren con junquillos, otros con carrizo y otros con cortaderas y en una parte lleva un género de estos la tierra, y en otras, otro, y en cada una se acomodan con lo que hallan. La armazón es de unas varas largas, clavadas en el suelo, ya en redondo, ya en cuadrado, las cuales, juntas arriba y entretejiendo varillas delgadas a los lados, y cubriéndola con paja, haciendo escalerillas de una paja sobre otra, queda hecha la casa, sin más arquitectura, sin más trabajo ni dificultad.
El que hace una casa de éstas convoca a toda su parentela y a los de la provincia. Y la casa debe hacerse en tres tiempos y en tres veces y cada vez debe hacerse una fiesta en que se baila, come y bebe 3 ó 4 días. La primera fiesta es al clavarlas varas en el suelo; la segunda, al envarillar alrededor y la última, al cubrir de paja. En la construcción no trabajan los dueños, sino la parentela y amigos, a quienes se les paga con comida y chicha. Los caciques tenían su vanidad en que las fiestas de su casa durasen varios días, sobre todo la última, que hacen al cubrirla.
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